
Santo Domingo.- Sentado en un cuarto habilitado para “fabricar” sus ideas estaba José Luis Perales antes de tomar el teléfono. Con su guitarra en la mano, un cuaderno y un corazón lleno de emociones, escribía, su mayor pasión. ¡Aló!, contestó y de inmediato saludó. En Santo Domingo todavía era de mañana y en España ya era de tarde. Él, sonriente y tan dulce, así como son sus canciones, nada estruendosas, románticas en ocasiones y en otras realistas.
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