Dice que hablar de Fidel es lo peor que le ha pasado en su vida
Miami , FL.- “Un 10 de abril, es la última vez que esta persona habla de política. Ojalá que este desagradable momento me haya enseñado. He aprendido a no meterme en lo que no conozco”.La persona que dio estas declaraciones se llama Ozzie Guillén. Más tarde que temprano, el mánager venezolano de los Marlins de Miami ha aprendido un duro escarmiento. Realmente, no deja de sorprender la fuerza huracanada de la tormenta desatada en Miami por los dichos de Guillén sobre Fidel Castro.El revuelo no es porque Guillén soltó la lengua. Al fin y al cabo, su locuacidad para opinar de todo y sobre todo el mundo es harto conocida, algo que fascina a la prensa tanto la anglosajona como la de habla en castellano.
¿Es un desenfrenado?
Lo hace todo el tiempo y en forma desenfrenada. Lo de Castro, por ejemplo, ha eclipsado una entrevista con CBS Sports en la que confiesa que se emborracha tras los juegos fuera de casa de su equipo.El desconcierto obedece a la imprudencia del dirigente de los Marlins al decirle a un reportero de la revista Time que adora a Castro y que respeta la capacidad que tuvo para mantenerse tanto tiempo como el gobernante de Cuba.Lo que ha dejado patidifuso a propios y extraños es que la forma en la que alguien como Guillén -residente en Miami, no de ahora, sino de hace varios años- no sepa calibrar las consecuencias de expresar frases de simpatía hacia Castro en la capital del exilio cubano.En Miami no se puede
Si hay un lugar en el mundo donde no se debe hablar bien de Castro, ese es Miami, y mucho menos cuando uno es el mánager del equipo de béisbol de la ciudad, el cual se acaba de mudar a un palacio de nuevo estadio en un barrio que se llama La Pequeña Habana. El estadio costó 634 millones, costo asumido en dos terceras partes por los contribuyentes., en una transacción que se encuentra bajo la investigación de la Comisión de Valores y Cambio del gobierno federal.