El ritual de la comida, sinónimo de felicidad cuando tu hijo era un bebé, ha empezado a convertirse en un combate de lucha libre. Él ya tiene dos años o más y, como se dice "no come nada". Has intentado todo: variedad, juegos, distraerlo al mismo tiempo que le llevas la cuchara a la boca, no dejarlo mover de la mesa hasta que termine el contenido del plato…y todo en vano.
Si lo ves feliz y su curva de crecimiento es normal, puedes estar tranquila. Contrariamente a lo que te parece, tu hijo come. Tal vez no como desearías, quizá no durante las comidas... pero contabiliza todo lo que come a lo largo del día. Los pediatras y tus amigas te repiten que ningún niño muere de hambre; y es verdad. Instintivamente ingiere la cantidad de comida que necesita.
La hora de comer le da al niño una fantástica oportunidad para ponerte a prueba. Tú, la madre nutricia, no dejas de preocuparte y sufrir. Y él lo sabe. No entres en su juego y trata de recuperar la serenidad.
Cambiar la estrategia
En primer lugar, respira y prepara las comidas como si nada hubiera pasado.
Sírvele pequeñas cantidades. Un plato muy lleno lo desalentará. Si es necesario, decora el plato para que sea más atractivo.
Déjalo comer o no comer. Dale tiempo para que saboree los contenidos del plato.
Recupera la atmósfera tranquila de la hora de comer. Sonríe, bromea, habla. Pero cuidado con conversarle demasiado porque su interés por lo que dices podría distraerlo de la comida. Y podría dejar de comer aún teniendo hambre.
Deja de espiarlo para ver si come.
Pasado el tiempo normal de la comida, recoge tu plato y el de él.
Al final de la comida, ofrécele un postre. Privarlo de este porque no ha comido el puré no tendrá ningún efecto en su actitud hacia la comida.
Unas comidas más tarde, sobre todo si no le permites picotear, deberías obtener resultados. Tu niño se dará cuenta de que resistes a su chantaje estomacal, lo que contribuirá al bienestar de ambos.
¿Cuándo debería preocuparme?
Si su negativa a comer coincide con otros trastornos (enuresis, agresión, melancolía), si crees ver un motivo de malestar, si la curva de crecimiento se ve afectada, no esperes para llevarlo al pediatra. Un apoyo psicológico le podría ayudar a reencontrar el camino de la comida.