CHICAGO -- México ensayaba con Bosnia como si fuera Guyana. Al final lo mejor será que Guyana nunca será Bosnia. 2-1. Una victoria que es cloroformo más que adrenalina, que adormece los cuestionamientos, pero no disfraza la realidad. El Tri abandonó el laboratorio del Soldier Field con incertidumbres que pueden agrandarse, lejos de resolverse, ante la inmediatez del encuentro con Brasil. De nuevo, como ante Gales, la mejor aportación llegó de los domésticos. El sostén fue el grupo de la liga local, con el respaldo de Giovani como siempre, y la salvación agónica de un remate del Chicharito con la bendición de un horror de la zaga de Bosnia. Cierto: México tiene trabajo por delante. Y tiene tiempo antes de Guyana y de El Salvador. Por lo pronto mandó a dormir felices a los ateridos y maltratados por viento, lluvia y frío, a los 51,240 estoicos aficionados.
EL TRÁMITE... México madrugó en el marcador. Minuto 6. Y la tribuna y el marcador iniciaron al compás de la euforia el ritual del festejo. De Nigris por izquierda. Controla y recorta en el área. Sin ángulo, su disparo es una obviedad que sacude el agua del uniforme de Begovic, pero sale rebotado al acecho de Gio, empuja y el zaguán se engulle la ventaja mexicana: 1-0. Bosnia reacciona. Un pueblo que ha hecho de la guerra y la victoria un ejercicio a la posteridad, encima al Tri: de hecho lo somete, lo condiciona. Y surge entonces Ochoa: un manotazo desesperado al sicario del City, Dzeko, y una atajada a su izquierda. El ejercicio de fusilamiento constante que vive en el Ajaccio le ha estilizado los reflejos. Ochoa se percude de barro para mantener pulcra la portería. Y es que el gol tiene efectos contrarios. México pasa del festejo a la confusión. Bosnia pasa del lamento a la represión. Y el Tri cede tiros de esquina como despensas el PRI en campaña. Cada uno de ellos rezuma a suicidio. El problema es que los bosnios tienen los cañones mal calibrados. Lo agradece México y lo agradece la afición, que puede sobar las 360 protuberancias de la perfecta pelota. Pero lo cierto es que a México le tienen jugando en sus 50 metros. Apenas Gio desperdicia otro balón inerme en el área, similar al de su gol, y Bosnia entiende que ya no puede perdonar. Lo ilógico ocurre al minuto 28: confusión y atarantamiento entre Ayala y Salcido, compañeros de zaga y zalea felina, quienes se almuerzan juntos e inocentes la pantalla de Misimovic. Y Dzeko se encuentra el balón en condición de emboscada. Encara a Ochoa, escurre largo a la derecha para inutilizar la salida del arquero. El campeón de la Premier ya sólo mira de reojo la pelota que cruza la línea de la sentencia y que arenga el doliente bufido de la tribuna mexicana. 1-1. Con el desconsolador consuelo del 1-1, llega la tregua.
A EXPERIMENTAR... En la mutua inutilización de esfuerzos, Chepo de la Torre echa a andar la maquinaria. Andrés Guardado por Edgar Andrade y Chicharito Hernández por Gio dos Santos. De inmediato es evidente: hay un vacío de enlace que debe solucionar Barrera. Los cambios tuercen el rumbo previsto. México se colude con Bosnia. Sin cauce, el Tri juega en aguas estancadas en los 20 metros de la cintura de media cancha. Más que la lluvia entrampar la pelota a México lo entrampa su reacomodo. Con ese divorcio, con ese Cañón del Colorado entre sus líneas, los esfuerzos de Chicharito y de Nigris son hijos aventureros de los pelotazos frontales con designio de suicidio, porque Barrera sigue en bronca directa con la pelota y esta es más desalmada que una mejor despechada. En la desolación, Chepo juega con su Reyna al ajedrez. Saca a De Nigris e inexplicablemente mantiene a Barrera, más atleta del entusiasmo que del talento. Pero enseguida completa las ubres que deberían amamantar de posibilidades a Chicharito: Lugo por Barrera. Y ocurre: al 69 el cumpleañero de este primero de junio, se niega a encender las velas de su propio pastel. Primero fusila con sus balas de salva al portero Begonic y enseguida en el dintel del gol, despeja Lulic. La sequía de Chicharito le seca la garganta al equipo mexicano. En el último estertor del juego, cuando el reloj desangraba sus últimos segundos, la sublime defensa de Bosnia, muere en el ridículo: un despeje horroroso y el balón se ofrenda en la jugarreta del destino al sediento: Chicharito la empuja sin misericordia. 2-1. Desde marzo, Javier Hernández tenía quietos los pulmones. El carburador de su festejo, trabaja de nuevo.
Así, al final, con un chispazo, enciende el Chicharito las 24 velas de un pastel a partir y compartir este viernes. Acto seguido, el silbante Edvin Jurisevic sentencia el desenlace. Veredicto ilusionante para el Tri 2-1. Brasil exigirá más.