
Durante la dinastía dictatorial de más de tres décadas, los Trujillo sembraron el terror en todo el territorio nacional, impusieron el culto a la personalidad y abrieron centros de torturas que fueron denunciados en los foros internacionales de derechos humanos como la cárcel “La 40” y un centro penitenciario al estilo campo de concentración llamado “El Sisal” en Azua, una provincia al Sur del país.Acepta que su abuelo cometió muchos excesos. “Por supuesto, él era un ser humano. Pero… ¿fue un monstruo?, por supuesto que no”, añade el nieto del dictador más sangriento de América Latina en su época. El New York Times habló con Trujillo Domínguez como contraparte de un reportaje publicado esta semana acerca de la apertura del museo en el que dice se exponen las historias de 1.960 adversarios de la dictadura asesinados por los Trujillo.
Señala que entre 1916 y 1978, año en que terminaron los gobiernos represivos de Joaquín Balaguer, continuador del estilo intolerante de Trujillo, murieron más de 50.000 dominicanos. Reseña también que más de 17.000 haitianos fueron aniquilados por militares actuando bajo las órdenes de Trujillo en 1937.Esa masacre se produjo en pueblos fronterizos de la Línea Noroeste y el dictador, emulando a su homólogo de Alemania, Adolfo Hitler, lo hizo no para controlar el flujo migratorio de los vecinos, sino para “purificar” la raza dominicana.Para muchos investigadores e historiadores nacionales e internacionales, Trujillo con la matanza, ya comenzaba a alucinar creyéndose “emperador” y dueño y señor de la voluntad de sus compatriotas. Pero sus tentáculos no se limitaron a la República Dominicana.El dictador ordenó el secuestro y posterior asesinato en la horca del etarra español profesor Manuel de Jesús Galindez, un ex colaborador del tirano que estando en el exilio e impartiendo clases en la Universidad de Columbia en Nueva York, publicó un libro en el que denunciaba los desmanes del régimen. nuevodiario
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