PITTSBURGH. Con avidez reviso cada día la hoja de anotaciones del juego de los Piratas de Pittsburgh y chequeo las estadísticas de bateo de la Liga Nacional.Mi esperanza es que Andrew McCutchen dispare cada día un par de hits para que el final de la temporada lo encuentre encaramado definitivamente en el liderazgo de los bateadores del viejo circuito.No sólo porque lo merezca por su juego alegre, agresivo, que ha ido madurando hasta convertirlo en uno de los mejores patrulleros de todo el béisbol.También porque me parece injusto y hasta carente de toda ética que el dominicano Melky Cabrera sea su principal rival en la batalla por la corona de bateo.Aunque reconozco que en su momento me dolió la noticia de su positivo de dopaje, Cabrera es un tramposo. Punto.Ahora mismo suma 501 comparecencias a la caja de bateo, una menos de las 502 requeridas para aspirar al título. Pero gracias a la llamada "regla Tony Gwynn", permitiría a la liga sumarle ese turno extra para que pueda ganar el galardón.No se trata de que Melky esté en la lista de lesionados y eso le brinde la ventaja de tener menos turnos al bate, con lo que un hit puede significar un mayor aumento en el average, comparado con quien terminará el año con alrededor de 600 visitas al plato.
Las lesiones no discriminan. Cualquiera puede toparse con ese infortunio y sacar provecho posterior de lo que en un instante pareció nefasto.Pero esas son cosas circunstanciales que le pueden tocar a cualquiera.
No es el caso de Cabrera, quien está sancionado, castigado, penalizado, suspendido por cometer trampas, por usar sustancias prohibidas para mejorar su rendimiento deportivo.Las reglas se hacen para legislar determinadas situaciones, pero no son dogmas y esas mismas reglas que se establecieron ante ciertas circunstancias, pueden modificarse.
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